¡Hola de nuevo!
Me alegro mucho de que hayas decidido volver.
Quizás vernos todos los días podría ser nuestra nueva rutina: tú vienes, yo te cuento algo y tú concuerdas, disientes o simplemente reflexionas sobre lo que comparto.
Esto es como ir al gimnasio, aunque evidentemente no requiere el mismo esfuerzo. Cuando las ganas flaquean (y espero no estar haciendo que las tuyas lo hagan), todos necesitamos recurrir a la famosa fuerza de voluntad.
Fuerza de voluntad... Qué imponente suena, ¿verdad? Como si fuera una especie de poder intrínseco que nos hace de hierro.
Aunque si te soy sincero, eso no va mucho conmigo.
No estoy aquí para mentirte: la determinación para lograr nuestras metas es algo que todos querrían tener, pero pocos poseen.
Confieso que, en cuanto a metas y objetivos, sí considero tener algo de esa fuerza conmigo.
Te daré un consejo: lo que me impulsa hacia adelante es visualizarme alcanzando mi meta. Son las ganas y la ilusión que me produce imaginarme después de haberlo logrado.
Aunque cuando no te apetece hacer lo que toca, la historia es otra.
Pero la fuerza de voluntad no es cuestión de suerte. ¿Alguna vez has intentado algo y lo has abandonado poco después de empezar?
El deporte es un clásico, y yo no soy la excepción. Para escribir, pintar o jugar a videojuegos, siempre hay ganas y energía. Pero, ¿salir a pasear por mi ciudad para mantener el cuerpo sano? Meeeeh, mañana lo haré.
"Mañana lo haré": esta debe ser la frase con la que más me he engañado a mí mismo estos últimos años (y lustros, posiblemente).
Esos pequeños impulsos que terminan en proyectos que "ya continuarás mañana" —dicho por ti hace 8 meses.
Mira, quiero proponerte algo: me comprometo a dar todos los días ese paseo rutinario que nos ayude a mantener la forma y que, personalmente, hace fluir mi imaginación para mis proyectos literarios (quizá algún día te hable de ellos, jeje).
¿Por qué no empezamos juntos?